jueves, 20 de agosto de 2009

MANIFIESTO MEDIAL

Por Emilio Contreras

Se dicen muchas cosas de los días que nos tocó vivir, o sobrevivir. Dicen que estamos en plena “revolución de los medios de comunicación” y que nunca antes hemos estado más comunicados que ahora. Que los ciudadanos pueden hacer sus propios canales de información. Que ahora “los usuarios tienen el poder”. Que “la web 2.0 derrotó la dictadura de los contenidos uniformes”. Dicen que hoy un blog es el equivalente al poder de un revolver en el Old West. Que el periodismo cambió de rumbo. Que ahora hay un tal “periodismo ciudadano” y que los diarios están destinados a morir.

Sobre la insípida y medial década del 2000 se habla mucho, con soltura y frivolidad, con decadencia y post decadencia. Y quizás lo único que mejor la define son las sobresalientes contradicciones, mentiras, miedos y falsedades a las que “el orden” nos tiene acostumbrados hace años.

En la era de la comunicación, pocos se detienen a mirar lo que pasa alrededor o a quienes comparten nuestro mismo hábitat social. Peor aún, en los días en donde se supone que la comunicación reina, aún existen sectores de la ciudad que carecen de registros periodísticos y que, además, no tienen voz propia en los medios de comunicación masivos y referenciales. Aún hay gremios y comunidades vetadas implícita y explícitamente gracias a la falta de representación imperante, la venenosa calma y la raptada intriga periodística, desaparecida y jamás devuelta.

Y ante este panorama los jóvenes son los más perjudicados. Semana tras semana y casi por inercia, vemos reportajes, crónicas, notas cortas o cables de agencias de noticias en los que se habla de ellos, de lo que usan, de su tóxico estilo de vida, difamando por doquier, sin esbozar más esfuerzo que el de una caja de resonancia, repitiendo un mensaje que no tiene remitente y de cuya argumentación nadie se hace cargo.

Pero la ausencia de voces jóvenes en los medios no sólo perjudica la imagen colectiva de estos en la “sociedad de la información”, si no que también damnifica los temas que los involucran e interesan. Hoy en día hay un público de entre 15 a 30 años que busca en blogs la información que les inquieta. Y es obvio que suceda. De un tiempo ha esta parte son pocos los medios de comunicación que les proporcionan retratos, datos, indagación e historias que tienen que ver con su cultura, teniendo en cuenta que quienes hoy llamamos ‘jóvenes’ leen en otras direcciones, funcionan en otros ritmos y son dueños de perspectivas nuevas y muy, pero muy veloces.

Es realmente vergonzoso y patético ver cómo el periodismo nacional ha cubierto temas como “Fotolog”, los “skinhead”, el grooming, las expresiones de diversión contemporáneas, la mentalidad adolescente e internet como fenómeno generacional, entre otros tópicos que nos incluyen. La falta de reconocimiento de los jóvenes en los medios de difusión masivos son un perjuicio para el entendimiento de la nueva nación chilena, y no sólo eso, al no reconocernos en los medios de referencia, nos desconocen los demás y nosotros mismos; y todo esto desencadena en la creación de estereotipos baratos, el gran némesis del periodismo local.

Es por eso que el llamado urgente es a contar nuestras propias historias, registrarlas, reconocerlas, mostrarlas y, por primera vez, reflejarnos en ellas. Olvidarnos de la caricatura cabaretera de la juventud inepta y estúpida que se exhibe en los medios que nos vieron crecer, y crear nuestra historia “no oficial”, a imagen y semejanza. En nuestros códigos. A la velocidad del download, como nos gusta.


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